La Fantabulosa Historia de Don Timón



Es ya bien entrada la noche cuando el barco de Don Timón al fin puede atracar en el puerto de la pequeña ciudad a la cual partió desde hace algunos días, en cuanto el barco se frena se puede ver como las personas alrededor del puerto miran con la curiosidad de siempre al hombre que se baja del barco y que con clara decisión se dirige entre la gente de la ciudad.

Don Timón es un hombre alto y entrecano, su cuerpo fornido por los viajes lo hace resaltar entre los presentes lo cual se ve incrementado cuando utiliza la voz potente y gruesa con la que se comunica solo cuando debe hacerlo.

Al bajar observa el puerto y las personas alrededor, cuanto me gustaría decir que su mirada era tan serena como su porte pero lo cierto es que hacía mucho desde que esto ya no era así, sus ojos observaban la noche y el cielo estrellado como si se tratara de una pintura de cierto artista impresionista cuyo nombre hace mucho olvidó.

Es así que se dirige serio hacia un restaurante de mala muerte ubicado en la parte más sucia de la ciudad, lo cierto es que si bien sabe que debe haber lugares mejores para comer no ha podido conocerlos y el poco dinero que carga, a pesar de sus largos viajes, le hacen imposible siquiera pensar en ir a otro recinto mejor ubicado o aunque sea con mejores productos.

En cuanto Don Timón entra al restaurante, por llamarlo de forma educada, puede ver a unos cuantos clientes solitarios dispersos a lo largo del gran comedor, ninguno de ellos se gira y lo saluda al igual que el tampoco lo haría si viera entrar a otro a cliente, con calma camina hacia la caja y se dirige a la dueña diciéndole:

    -Muy buenas noches mi estimada dama, ¿cual es el menú del día ?

    - Sabe que la noche aún no ha caído al igual que el menú es el mismo ya que nunca desde que está aquí lo hemos cambiado...- Responde ella casi como lo hace siempre.

Esa respuesta lejos de descolocarlo siempre le hace sonreír puesto que sabe que la pobre señora esta siempre ahí encerrada en su recinto sin poder probar la libertad, por lo cual no puede ni siquiera saber que hora es e incluso ha llegado a convencerse que todos sus clientes viven con ella como si en vez de un comedor de mala suerte aquel fuera un restaurante 5 estrellas. 

Con cortesía, tomando en cuenta la pobre situación de la señora, le responde:

    - Tiene usted razón, venga pues un plato del especial de la casa- Dice sonriendo y con la voz jocosa.

Entonces la señora con la cara aburrida como si no hubiera prestado atención a la inteligente broma de Don Timón, entra a la cocina para salir no mucho después con un plato de comida que más que verse y oler apetitoso, pareciera ser la comida que los granjeros otorgan a sus animales.

    -Aquí tiene, por favor no olvide dejar el plato en su lugar para que pase a recogerlo- Le dice mientras le entrega el plato.

    - Muchísimas gracias amable señora, aquí tiene- dice estirando unas monedas color oro con forma de botones que encontró en uno de sus tantos viajes.

    - Gracias...- Le responde la señora mirándolo raro pero sin declinar el ofrecimiento de las moneditas color oro.

Agarrando el plato con ambas manos Don Timón toma asiento en una mesa ubicada al centro del recinto, después dirige su mirada hacia su plato que contiene una papilla muy poco apetecible que sin embargo y al igual que todo en su mundo, pareciera brillar y deformarse tomando tantas y distintas formas que más que una comida pareciera ser un espectáculo psicodélico salido de los años 60s.

Con eso en mente Don Timón agarra su cubierto y empieza lentamente a comer, si bien el sabor era tan malo como la vista del plato, sabe que no podría conseguir nada más y menos a esa hora, por lo cual resignado se decide a comer sin pensar mucho en el sabor casi a podrido que la comida tiene cada vez que la lleva hacia su boca.

Cuando esta a punto de terminar su comida, uno de los clientes ubicado no muy lejos de él empieza a comportarse extraño y casi como si estuviera poseído comienza a lanzar improperios contra todos los presentes, insultando a diestra y siniestra, esto hace que otros de los presentes comiencen a inquietarse y algunos escapan del comedor con un semblante preocupado e incluso desencajado.

    - ¡Libertad!¡Libertad! ¡Estos desgraciados nos han robado la Libertad!- Grita el hombre poseído- Pero yo amigos míos, yo sé como recuperarla ¡Mirenme bien porque iré al único lugar en el que nadie puede robarme la libertad!- Mientras dice esto el hombre saca una especie de cuchillo del fondo del bolsillo de su traje, el cual en ese momento Don Timón puede notar es el de un prisionero, y sin miedo ni vacilación lo dirige hacia su cuello con la clara intención de hacerse un corte mortal.

De repente se escuchan golpes fuertes a lo largo de todo el comedor y antes de que el poseído pueda llevar a cabo su maniobra suicida se ve detenido por la llegada de los superhéroes, que con sus hermosos trajes y sus rostros siempre serios llegaron al lugar alertados por la dueña, son tres hombres enormes y que como todo superhéroe utilizan su característica super fuerza para reducir al poseído y quitarle el arma con el cual estuvo a punto de quitarse la vida.

Don Timón se queda asombrado observando a los superhéroes, todos ellos parecen brillar de forma especial, su fuerza y capacidad para hacerse cargo de la situación es sorprendente, sin embargo el único que parece haber observado la escena hasta el final es Don Timón puesto que los demás presentes al dejar de escuchar los gritos del poseído volvieron lentamente su atención a los platos.

Por primera vez en mucho tiempo Don Timón no puede volver su atención a aquello que estaba haciendo, sus pensamientos son incapaces de alejarse de los superhéroes que por aquellos momentos ya se encuentran llevando al poseído fuera del lugar, es entonces que Don Timón recuerda haber visto ya en reiteradas ocasiones escenas parecidas en las cuales los superhéroes detienen a una u otra persona que empezaba a causar problemas a lo largo de la ciudad, sin embargo nunca pudo saber hacia dónde iban a parar estos individuos, es así que la duda y la curiosidad empiezan a carcomer lentamente su mente hasta que ya decidido se levanta y sigue silenciosamente a los superhérores a través de las calles de la ciudad.

El seguimiento dura lo que le parece unas cuantas horas, aunque en realidad hace mucho que no se detiene a pensar en el paso del tiempo, es entonces que sin que él pueda hacer nada los superhérores entran a un callejon bastante estrecho, cuando Don Timón se anima a entrar se da cuenta que los superhéroes han desaparecido como por arte de magia...

La desazón latente en su corazón es enorme, hacia tanto tiempo que no sentía la emoción de emprender algo nuevo que el verlo tan rápidamente truncado sintió como un balde de agua fría de aquellos que normalmente la gente no espera, decepcionado toma el camino de vuelta al restaurante aunque sintiendo pocas ganas de comer decide desviarse casi al llegar y se dirige hacia la plaza principal.

La Plaza Principal es el lugar donde normalmente la gente suele congregarse a celebrar, muchas de las personas de aquella pequeña ciudad sienten un amor inexplicable por ese ambiente, quizás sea el aire libre o probablemente la decoración que hace de este un ambiente adecuado para reuniones, sin embargo aquella noche Don Timón se encuentra totalmente solo por lo que decide, aunque sabe que esta prohibido, sentarse al lado de la fuente con la que sus ojos quedan maravillados por el espectáculo que la noche y el agua le brindan,  convirtiéndose en el escape natural que necesita para no hundirse en sus pensamientos.

Mientras esta sentado y admirado Don Timón empieza a sentir el frío y la inquietud propias de una mente devastada, el color que hace unos segundos parecía rodearlo parece irse atenuando e incluso las formas pinturescas que antes percibía parecen ir perdiendo sus rasgos, es entonces que la mente de Don Timón empieza por primera vez a cuestionarse, preguntas lógicas como ¿Qué es lo que realmente esta haciendo ahí? o ¿ Por qué decidió detenerse nuevamente en aquella ciudad? son las primeras en acudir, no obstante la que más lo inquieta es una que lo ha estado acompañando indirectamente desde que llegó ¿Realmente había partido y como fue que el mar lo había dirigido nuevamente ahí?

Algo turbado se pone de pie y empieza dirigirse apurado hacia su barco, el camino de vuelta resulta un tanto extraño, de repente todo lo que antes le había parecido hermoso o por lo menos interesante ahora llega incluso a asustarlo, además puede notar que el episodio del hombre en el restaurante no era algo aislado, muchas eran las personas que gritaban poseídas a lo largo de la ciudad y los superhéroes que los detenían ya no le parecían ni tan asombrosos ni tan elegantes como en el restaurante en algunos casos llegaba incluso a dudar de si aquellos hombres eran en realidad superhéroes.

Así y habiendo perdido casi toda la posibilidad de ver todo como una pintura y con los sentidos sorprendentemente más alertas Don Timón llega a su barco, en cuanto entra puede escuchar el sonido de una música que se la hace conocida, ahora lo recuerda aquel grupo que suena por la radio son "Los Bichos" un grupo bastante famoso al cual contrariamente a sus convicciones admira en demasía, esto debido a la forma en que sus canciones hablaban de algo que nunca había podido comprender: el amor.

Aún perturbado se dirige nervioso hacia su camarote, un cuarto amplío ubicado al fondo del barco y ocupado por una cama y un velador, procede a acostase e intenta sin ningún éxito conciliar el sueño, al darse cuenta de que aquella noche el sueño lo rehúye empieza a divagar lentamente por sus pensamientos, lo cierto es que lo que más le perturba es no poder recordar en que momento se había subido al bote en un inicio y no saber con certeza hace cuanto tiempo se encuentra navegando.

De repente mientras está acostado dirige su atención hacia el velador, ahí y si bien sus ojos parecieran haber perdido todo efecto colorido, puede ver como una llave, que posa en la parte alta del mismo, parece brillar como cien monedas de oro y aunque nadie lo creería Don Timón podría asegurar que la llave había llegado a sonreírle.

Dejándose llevar por el anhelo de saciar su curiosidad se pone de pie y toma la llave entre sus manos, está no se siente como el oro pero si pareciera ser la puerta hacia todos aquellos secretos y recuerdos que Don Timón se ha estado ocultando.

Casi inconscientemente y como si de un ejercicio varias veces realizado lleva la llave hacia el único cajón del velador, la gira y puede abrir el mismo encontrándose con un sobre que por su apariencia gastada aparenta haber estado allí una cantidad considerable de tiempo, un poco tembloroso Don Timón estira la mano y agarra el sobre, indeciso pero ansioso toma asiento en la cama y se dispone a releer un sobre que el sabe ya ha leído en múltiples ocasiones.

La reacción por repetida no deja de ser desgarradora, mientras observa lo escrito Don Timón al fin puede comprender dónde se encuentra, de golpe sus sentidos vuelven a ser los mismos y puede nuevamente percibir el mundo real, un mundo real, horroroso y cruel que lo ha maltratado a lo largo de toda su vida, así y como ya ocurrió en repetidas ocasiones pierde todo sentido de realidad y el dolor lo convierte en uno más de los poseídos de aquella ciudad.

Los superhéroes no tardan en llegar, salvo que ahora no son superhéroes de historietas, sino hombres comunes vestidos completamente de blanco quienes lo atrapan y lentamente lo reducen, a pesar de sus gritos y resistencia lo hacen casi sin dificultad, Don Timón siente como los superhéroes proceden a amarrar sus brazos y lo llevan hacia la parte alta de su "barco", es ahí donde siente el pinchazo realizado por uno de los hombres de blanco y de repente es dejado tirado en aquel lugar.

     - Ojalá todos estos locos se murieran más rápido- escucha a una voz grave y tenebrosa decir mientras se alejan y lo dejan completamente solo.

Con el paso de los minutos la mente de Don Timón lúcida hacia no mucho, loca hacia aún menos y completamente perdida hace ya tanto empieza lentamente a adormecerse, así el ciclo se reinicia y como si nada hubiera pasado Don Timón se encuentra nuevamente anclado a su barco, dirigiéndolo a lo largo de todas aquellas olas calmas que le transmiten aquella sensación de que nada en el mundo importa más.

Así pasan los días para Don Timón hasta que su destino inevitablemente lo encuentre.

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